La instalación consiste en un conjunto de piezas de cerámica esmaltada que fue realizada tomando la forma de la nuez (de su cáscara y de su fruto). El alimento como materia prima de la nutrición física propia de los tejidos humanos y como material de construcción de una poética de cuerpo contenedor de vida y de transformación. La obra altera la concepción de adentro y afuera, incorporando la textura exterior de la cáscara en la concavidad interior de la pieza de cerámica, cuestionando la incidencia de la mirada externa sobre el ser humano,

Las piezas están adheridas a la pared, concentradas en un rincón y se van dispersando sobre la superficie recordando los movimientos que realizan al romper su cáscara. El círculo con las tres nueces expresa la capacidad humana de volver a un estado anterior, un tiempo-espacio en donde la unión del cuerpo, alma y espíritu será posible.